Algunas personas perseguimos (en ocasiones de manera obsesiva) la música y los espacios que esta habita, nos juntamos con personas que coinciden con esa búsqueda y empezamos a compartir un trasegar mediado por experiencias sensoriales, estéticas y culturales potencialmente transformadoras, que pueden definir lo que somos y seremos, que amplían nuestro concepto de otredad desde la interacción con diversas miradas, acentos y trayectorias. Todo esto se materializa con el alcance de un objetivo expresivo, con la sorpresa de una sonoridad nueva para nuestros oídos y con los retos que presentan cada montaje y cada concierto.
La palabra orquesta remite en su significado más amplio a un grupo de instrumentistas y/o cantantes que se juntan para hacer música; no distingue de niveles formativos, de formatos, géneros musicales o edades de quienes la integran y siempre evoca esa necesidad humana de ensamblarse en plural, de construir variopintas apuestas y despertar el interés en el oyente, indiferentemente de la propuesta estética.
La estudiantina es una orquesta conformada principalmente por tiples, guitarras y bandolas, que desde Pedro Morales Pino se ha transformado, apropiándose de los recursos musicales autóctonos de cada región donde se asienta y con un vasto devenir en términos tímbricos, de textura y de forma. Son referentes de gran importancia las estudiantinas que se han conformado a lo largo de la historia en nuestro país, con una genuina inquietud frente al formato y sus posibilidades tímbricas y orquestales, aportando cada una su experiencia que, plasmada en audio, partituras o relatos de tradición oral, revela el camino trasegado y deja pautas para continuar la apropiación de los actores actuales.
La OCPR, desde su conformación, propende a la exploración de sonoridades tomando como base la interacción de la bandola, el tiple y la guitarra con instrumentos de viento y percusión en gran formato. Si bien, la estudiantina por sí misma cuenta con un amplio diapasón y una vasta riqueza tímbrica en potencia, las múltiples posibles mixturas en masa, a dueto o a unísono con flauta, oboe, clarinete, corno, trombón y percusión entre otros, amplían el horizonte sonoro tanto del intérprete como del mismo formato, haciendo posible también el acercamiento a compositores, géneros y estilos que difícilmente serían abordados por los instrumentos base de una estudiantina.
Esta conformación plantea retos importantes en los ámbitos de la gestión, la logística y la formación; también a compositores, arreglistas e intérpretes en términos técnicos, de balance y de acústica. Los espacios de ensayo y concierto, el despliegue técnico pertinente, el diseño y definición de una cultura orquestal disciplinada pero a la vez creativa y horizontal, el desarrollo técnico instrumental y de las habilidades necesarias para tocar en gran formato; todo esto, entre otras cosas, han sido desafíos afrontados y que le han otorgado a la OCPR una experiencia para seguir creciendo y planteando cuestionamientos sobre nuestros instrumentos y nuestras prácticas con los mismos, sobre las estéticas y su relación con el público.
Gracias a la OCPR y los cultores al interior y alrededor que han dinamizado el entorno de las cuerdas pulsadas en el eje cafetero generando necesidades que desarrollan habilidades y destrezas, dignifican el sector, amplían la oferta cultural y ofertan un espacio de interacción a través de la música a los múltiples actores desde la interpretación, la gestión y la escucha.
Germán Posada Estrada